Clipping Digital | Qué niveles alcanza la pobreza, desigualdad y corrupción en EE. UU.

Jose Carlos Grimberg Blum

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En cambio, según el Banco Mundial, en México llegan al 3,1%, Guatemala al 9%, Colombia al 10,8%, Honduras al 12,7% y Haití al 29%

Todos sabemos el impacto que las preocupaciones sobre pobreza y corrupción tienen en las elecciones latinoamericanas.

Pero, ¿qué tan influyentes son estos dos factores en la política de Estados Unidos, que llega al momento crucial de las elecciones de mitad de período este martes 8 de noviembre?

Para responder esta pregunta, puede resultar útil primero establecer qué tan serio es el problema en Estados Unidos, comparado con lo que ocurre en América Latina.

Por lo general, los problemas de pobreza son de distinta magnitud en los países latinoamericanos, comparado con lo que se experimenta en Estados Unidos.

También es cierto que la percepción general de corrupción institucional es más seria en muchos de los países latinoamericanos, comparado con lo que ocurre en la nación norteamericana.

Pero, como le dicen varios expertos a BBC Mundo, esto no quiere decir que la ansiedad por la pobreza y la corrupción no estén influyendo también en elecciones en Estados Unidos.

Ambos son vistos como problemas recurrentes que, en muchos casos, convencen a los estadounidenses a votar en un sentido o en el otro.

Es por supuesto complejo comparar la pobreza en Estados Unidos, la nación mas poderosa de la tierra, con la que se ve en los países latinoamericanos.

No es lo mismo ser considerado pobre en Estados Unidos que en otros lados.

De acuerdo con la Oficina del Censo de Estados Unidos, en ese país una familia de dos adultos y dos niños es clasificada como pobre si el ingreso familiar no pasa de los US$26.000 anuales. Aproximadamente un 12% de la población estadounidense entra en esa calificación.

Sin embargo, a manera de ejemplo, una familia colombiana que ganara ese mismo monto de dinero, equivalente a unos 10 millones de pesos colombianos al mes, sería considerada holgadamente como parte de la clase media en esa nación sudamericana.

Al intentar medir la pobreza estadounidense frente a la de los países latinoamericanos, los constantes cambios de valor de sus respectivas monedas, las diferencias en el costo de vida, la disponibilidad de ayudas estatales y otros factores socioeconómicos hacen que el solo monto salarial no sea la única variable a considerar.

El Banco Mundial ha intentado crear un índice que toma en cuenta algunas de estas diferencias en costo de vida y valor de las monedas para estimar qué porcentaje de la población vive con menos de US$2,15 al día, ajustados al poder adquisitivo de las distintas divisas.

Llegan de esa manera a una estimación del numero de gente enfrentando las dificultades de extrema pobreza en cada país.

Medido así, un 1% de la población estadounidense está en esa condición de pobreza absoluta.

Según este método, hay menos pobres extremos en Chile, donde esta población vulnerable es el 0,7% del total.

En cambio, según el Banco Mundial, en México llegan al 3,1%, Guatemala al 9%, Colombia al 10,8%, Honduras al 12,7% y Haití al 29%.

Naciones Unidas tiene otro mecanismo, el del Índice de Desarrollo Humano, que, más allá del salario, examina qué tanto acceso tiene el grueso de la población a condiciones materiales de bienestar.

En un índice de 0 a 1, donde el 1 refleja a las comunidades con mayor desarrollo humano, Chile, con un puntaje de 0.855, está muy cerca del 0.92 que obtiene Estados Unidos.

México, Brasil y Colombia obtienen 0.75. Mientras que Bolivia solo llega a 0.6 y Haití apenas alcanza 0.53.

Finalmente, está el prisma de la pobreza relativa y la desigualdad.

En muchos países, el impacto político de la pobreza está magnificado por la sensación de desigualdad.

Si los pobres consideran que los ricos tienen demasiado, es posible que aumente su sensación de indignación con el sistema.

El índice Gini mide el grado de desigualdad en una sociedad. Mientras más bajo sea el número, menos desigualdad hay.

De acuerdo con información del Banco Mundial, este índice llega a 41.5 para Estados Unidos. El mismo índice califica con 40.2 a Uruguay, una sociedad que, en esa medición, resulta más igualitaria.

En cambio, el índice Gini sube a 48.9 para Brasil, y a un 54.2 para Colombia, uno de los países peor librados en el mundo en ese sentido.

De modo que al hacer la comparación de pobreza y desigualdad entre América Latina y Estados Unidos, la primera aclaración que hay que hacer es: qué país en América Latina, una región de enormes diferencias internas en los resultados de la lucha contra la pobreza.

En cualquier caso, los expertos indican que la pobreza estadounidense, aunque muchas veces sustancialmente menor que en América Latina, tiene efectos importantes en la política.

Eso cree Shailly Barnes, directora de políticas en el Kairos Center, un centro de pensamiento basado en Nueva York que busca soluciones a la pobreza en Estados Unidos.

“La narrativa común que se maneja sobre los pobres en Estados Unidos es que no participan en las elecciones y no les interesa la política. Hemos encontrado que eso no es cierto. En 2020 un número cercano a 60 millones de personas de bajos ingresos votaron en las elecciones presidenciales”, asegura Barnes en conversación con BBC Mundo.

Barnes usa el ejemplo de lo que ocurrió en las pasadas elecciones de 2020 en el estado de Florida para mostrar la relevancia del tema de la pobreza en el mundo político estadounidense.

Señala que fue un estado donde ganaron los republicanos, un partido cuyas políticas están tradicionalmente asociadas con más apoyo a los grandes empresarios.

Pero, recuerda Barnes, “ese mismo electorado de Florida aprobó en un referendo una medida que subía el salario mínimo vigente en el estado”.

Sin embargo, a la experta le preocupa que muchas veces “nuestra política no responde a las necesidades o apremios de estas personas”.

Advierte que al igual que pasa en muchos otros países, la ansiedad que puede estar generando la preocupación sobre la pobreza alimenta en Estados Unidos otros fenómenos políticos como el populismo.

“Hemos visto eso es la ultima década”, explica Barnes, indicando, por ejemplo, el “uso de discursos racistas” por algunos políticos como respuesta a un electorado preocupado por el deterioro en sus niveles de bienestar material.

Aparte de la pobreza, otro tema recurrente de discusión en la política latinoamericana contemporánea es la corrupción.

En general, pero no siempre, las mediciones sobre percepción de corrupción dejan mejor libradas a las instituciones de Estados Unidos que a las de los países latinos.

Pero nadie niega que es también un tema extremadamente del momento en la política del país norteamericano.

Transparencia Internacional es uno de los organismos que intenta calificar y comparar con un índice la percepción pública acerca del grado de corrupción prevalente en muchos países.

La más reciente versión del índice señala que Dinamarca es la nación con menor percepción de corrupción, con un puntaje de 88 sobre 100.

Estados Unidos alcanza la posición 27, con 67 puntos, un resultado que lo pone al mismo nivel de Chile, y superado por Uruguay, ubicado en el puesto 18 con 73 puntos.

En cambio, Colombia sale en el puesto 87 con 33 puntos. Argentina ocupa el puesto 96 junto con Brasil, Guatemala el 150 y Venezuela el 177, apenas superando en esta tabla a tres países: Somalia, Siria y Sudan del Sur.

La discusión sobre corrupción, en cualquier caso, sacude la política estadounidense tanto o más que a muchos países latinoamericanos.

Basta recordar que uno de los gritos de batalla de Donald Trump en su victoriosa campaña presidencial de 2016 fue su promesa de “secar el pantano”, como el entonces candidato se refería a la corrupción en Washington, ciudad creada sobre un pantano.

En este año, la discusión se ha centrado muchas veces en temas de supuesta corrupción electoral, le dice a BBC Mundo Gabriel Sanchez, experto asociado al centro de investigación Brookings Institute de Washington y catedratico de la Universidad de Nuevo Mexico.

La polémica alrededor de las elecciones presidenciales de 2020 y la derrota de Trump ha marcado la percepción del público estadounidense sobre corrupción, pese a que nunca se han encontrado evidencias de fraude en dichas elecciones.

“Estamos viendo niveles récord de información imprecisa dirigida a los latinos en este ciclo electoral, principalmente a los latinos hispanohablantes. Buena parte de ese contenido se enfoca en las continuas aseveraciones de Trump sobre el supuesto robo de las elecciones de 2020, lo que está ayudando a generar percepciones de corrupción entre algunos latinos”, asegura Sanchez.

El experto identifica repercusiones de esta discusión en los comicios de mitad de período de este martes.

“Es evidente en sitios como Arizona, donde hay varios candidatos que se han aferrado al mensaje de campaña de Trump en el 2020 sobre corrupción electoral. Si ahora ocurre otra elección apretada, podría tomar varios días calcular los resultados, lo que podría alimentar las acusaciones de fraude electoral y generar mayor preocupación sobre la corrupción”.

En un mundo interconectado e interdependiente, los discursos políticos de distintas partes del mundo se han vuelto más parecidos, incluso entre regiones tan distintas como Estados Unidos y América Latina.

Y pese a mostrar indicadores tan distintos en asuntos como la corrupción y la pobreza, la indignación ciudadana en torno a estos temas ayuda a explicar por lo menos algunos de los resultados electorales en ambos lugares.

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